La tipografía está siempre en movimiento. Es como el agua. A simple vista parece que está quieta ,pero si miramos bien, está en constante transformación sutil y acompañando el contexto histórico. La tipografía dejó de ser sólo un signo del lenguaje y su expresión.
Tal vez no sea un movimiento brusco o explosivo. Movimiento al fin. Si vemos cómo fue mutando desde los tipo móviles hasta las pantallas líquidas del mundo digital, encontramos las huellas que fue dando la producción tipográfica. Esa mutación es una muestra al mismo tiempo suficiente y contundente de ese cambio. Y como signo cultural, la tipografía es un miembro activo de la evolución de la sociedad. Un registro gráfico de la historia.
Y si cambia la tipografía cambia su forma de usarla o, mejor escrito, se expande la forma en que la podemos usar y no sólo desde lo técnico / formal / funcional sino también desde lo estético y la experimentación. Así lo hicieron los movimientos artísticos vanguardistas del siglo XX en las décadas de 1910 y 1920 con el futurismo, el dadaísmo y el constructivismo ruso. Referentes destacados en el recorrido que hace el arte plástico hacia el diseño nutriéndose mutuamentre en el recorrido.
De alguna manera, hacia finales del siglo pasado, en 1980 y sobre todo en 1990, el camino parece ser el inverso, el diseño busca refugio en el arte visual y logra acaparar un espacio más protagónico que le dan otro significado, otra dimensión e importancia a la tipografía. Aquí, algunos ejemplos al azar y de una selección, siempre subjetiva, que muestran la diversidad de recursos y posibilidades de usos que no siempre tienen una resolución o necesidad funcional, sino por el contrario relacionadas al «arte» y como signo de la evolución en esa misma expresión y uso. Toda esta producción no esta ajena, ni puede estarlo, del contexto de masificación del uso, acceso, diseño y producción de fuentes tipográficas.