Tal vez no sea una pregunta correcta o ni siquiera que tenga validez. Alguna vez te has preguntado por ejemplo: ¿Por qué no diseñar con un lápiz o con InDesign? Creo que no, entonces por qué le asignamos a la IA un valor que no tiene. Ese valor parece ser al menos el del reemplazo, el del vacío posterior a usarla, el valor de un supuesto nirvana totalizador que no tiene ni es el valor de la verdad monolítica y objetiva de los datos.
Es una herramienta más. Poderosa, sí; una heramienta que nos permite crear y ser más productivos, por supuesto –no sé si más creativos, por que eso depende, ops, de nosotros, no de la IA en sí – pero lo productivo no es necesariamente creativo desde una perspectiva de procesos. Son diferentes: lo creativo depende de variables que no son medibles en términos productivistas. Picasso tardó un mes y medio en pintar su cuadro Guernica que simboliza la brutalidad de la Guerra civil española y se convirtió en uno de los cuadros más emblemáticos del cubismo. Ni que decir de Peter Gabriel que tardó 21 años en hacer su último y hermoso disco i/o. Si, vale madre la productividad en este caso porque un artista crea libremente -por más que el Guernica fue por encargo- sin tener en cuenta la dimensión de producción en términos de mercado, de producción comercial o de aceptación social. Características que la producción comunicacional y comercial no pueden prescindir.
En tanto herramienta, la IA es un acelerador de ideas y de conceptos. Si fuera una carrera de Fórmula Uno sería una especie de DRS (Sistema de Reducción de Arrastre) que permite reducir la resistencia aerodinámica y al mismo tiempo aumentar la velocidad en las rectas permitiendo adelantarse y superar a otro auto. En este caso la «resistencia aerodinámica» puede ser nuestro lastre cultural que nos lleva a rechazar los avances tecnológicos, casi de manera apocalíctica y en forma automática.
Así que -si bien no intento redactar una carta de amor a la IA, aunque asumo el riesgo de que así sea interpretado este texto- bienvenida la posibilidad de mejorar nuestros abordajes cuando el tiempo apremia -siempre ha sido así- y el mercado nos exige soluciones más eficientes en términos de resultados. Pero en este contexto, la IA solo nos da respuestas. No hace preguntas, no tiene la posibilidad de la duda, ni la dimensión del otro y su alteridad, no se establece un diálogo ya que no existe la incertidumbre de la interrupción como ocurre entre los humanos y que genera a su vez bifurcaciones dilogísticas, ni mucho menos de la dimensión del sentimiento o de la emoción.
El silencio que rodea a esa ¿comunicación, interacción? IA – humano profundiza una imposibilidad insoslayable: la IA solo relaciona datos preexistentes (sobre todo al usar la IA tradicional) y que reacciona a nuestro estímulo promting sin crear datos nuevos o los que «crea», están condicionados por aquellos preexistentes a la IA generativa y que lleva a la IA al delirium de respuestas y que ops, nosotros debemos destilar, revalidar, rechazar en algunos casos y en otros, reorganizar. Es decir darle un criterio, una valoración crítica de aquello que obtenemos como respuesta y que luego transformamos en una idea o concepto, al igual que cuando usamos un lápiz o un programa de diseño.