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21 de septiembre de 2016    Post #1234
El dilema de cobrar o no cobrar

Desde un tiempo a esta parte la gratuidad en el consumo digital de información y noticias, comenzó a estar en duda su sostenimiento económico a largo plazo. El modelo de cobro y los dilemas de la información general e indiferenciada, los bloqueadores de publicidad y la negación inevitable del cambio tecnológico. Hay una lógica histórica […]

Desde un tiempo a esta parte la gratuidad en el consumo digital de información y noticias, comenzó a estar en duda su sostenimiento económico a largo plazo. El modelo de cobro y los dilemas de la información general e indiferenciada, los bloqueadores de publicidad y la negación inevitable del cambio tecnológico.


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Hay una lógica histórica que no se altera con el paso del tiempo: el hombre evoluciona hacia nuevas formas de interrelación en sociedad y no al contrario, no hay una involución hacia las Cuevas de Altamira o a la linotipia. Esta evolución se da en todos los ámbitos y en el de consumo de noticias e información, también y como reflejo de ese mismo cambio. Podemos discutir si en el futuro digital que llegó hace rato, tendremos más o menos presencia los medios impresos o los tradicionales en general, pero la presencia mayoritaria de los medios digitales es ya indiscutible en medio de un contexto de crecimiento exponencial de la información disponible impulsada por la inmediatez. En esta velocidad de los tiempos ya podemos observar en la mayoría de los mercados que jóvenes de menos de treinta años tienen poco o nulo contacto con el papel como medio primario de información o de consumo de noticias. Si bajamos a generaciones aún más jóvenes, el contacto es directamente nulo. Ni bueno, ni malo. Es.

Cada vez más los usuarios ya tienen armado su menú informativo y no necesitan, no es que quieren o no quieren; no necesitan, esperar 12 horas a que se edite, imprima y se distribuya una noticia. Es un cambio impulsado por la tecnología y un recambio de una tecnología (papel) por otra que es más eficiente. Y siempre ha sido así: en su momento el rollo de papiro en el antiguo Egipto reemplazó como soporte a la escritura en piedra y de paso las espaldas de los mensajeros de aquel entonces tuvieron un respiro. O como lo fue luego el códice romano, que es el padre del libro tal como lo conocemos hoy y por el cual pasamos de leer desenrollando una hoja a hojear páginas una a una. Ni que hablar cuando aparecieron los tipos móviles en plomo para reemplazar, en la edad media, a los copistas de libros que, encerrados en monasterios, no alcanzaban a abastecer las necesidades de lectura con manuscritos hechos uno a uno y en papel de pergamino que, por otra parte, era más caro que el papiro así que, además, hubo que cambiar el tipo de papel para agilizar la producción de lo que hoy llamamos libros. Ni que hablar lo que significó que aparecieran las primeras tipografías basadas en los textos clásicos romanos allá por el renacimiento o cuando luego la revolución industrial modificó las formas de producción y la velocidad en que se imprimían las noticias primero con la linotipia y luego con la rotativa. Podríamos seguir uniendo nudos en esta larga línea de tiempo de la historia y la conclusión sería tal vez, más o menos, la misma: negarse al cambio tecnológico, es negar la propia dinámica e historia del cambio que la industria cultural en general viene experimentando desde hace siglos a nivel tecnológico.

Es que este cambio no fue hoy, fue hace tiempo y es por cambios en los hábitos culturales, cambios de paradigmas y por la masificación en el acceso a la información y a la industria cultural en general como nunca antes se vio en la historia de la humanidad. Y que por supuesto impactó/impacta/impactará en un cambio aún más profundo: en el de la transformación del concepto de valor en la información, su intercambio y distribución, en la ubicuidad de acceso y en el alcance o relevancia que pueda tener una noticia o información compartida por miles de usuarios en una red social. Un dato que ya es parte del paisaje: los presidentes y en algunos casos ex presidente, parecen haber reemplazado las ruedas de prensa por las declaraciones desde sus cuentas en Twitter que luego los medios dan como fuente informativa. Repito, es que no fue hoy, fue hace tiempo que algo cambió, cambia y cambiará. Si el ámbito informativo esta en este contexto tan masificado por el acceso y la mediación tradicional de los medios ya no cuenta como valor, la pregunta tal vez no sea cobrar o no cobrar por la información que por supuesto si es de calidad cuesta mucho producir, sino que la pregunta correcta sería si las audiencias están dispuestas a pagar por contenidos abundantes y que pueden proveerse ellas mismas y gratis y en muchos casos siendo prosumidores y que, por otro lado, varias generaciones ven en los medios digitales algo no menor: el valor de que culturalmente siempre han estado allí, que son percibido como medios diferentes (de hecho lo son) y han asimilado la facilidad de uso con la misma naturalidad con la que se respira. Estos valores provienen de los atributos particulares: el acceso constante a contenidos «infinitos» y a la posibilidad de compartirla con amigos y de personalizar los contenidos en la red de redes.

Más temprano que tarde la mayoría de los medios en línea se enfrentará (y enfrenta) al dilema de decidir cual será su modelo de sostenibildad económica y de negocios y ya se de pago por acceso, uso, frecuencia, basada en la modalidad del freemium, pago directo por todo el contenido, basado en ingresos por publicidad y mantener el acceso gratis o el modelo que se quiera inventar, pero tal vez no es seguro que será difícil evitar algunas preguntas: ¿Pagará un usuario por acceder a noticias que puede recibir por cualquier otro medio y gratis?, ¿Pagaríamos por toda la información que un sólo medio en línea provea como hacemos con la edición impresa?, ¿Qué pasa si un usuario lee, por ejemplo, la información económica en un diario especializado, la deportiva en otro, la política en otro, la cultural en otro y a determinados columnistas en otros medios en línea?, ¿Pagaría por cada uno de esos contenidos? A costa de caer en una idealización de las audiencias, tal vez la mayoría de las audiencias maximice la posibilidad de personalizar los contenidos y pague sólo por la información o los contenidos que le agreguen valor y que tal vez pueda realizar en micro pagos a determinados contenidos específicos o por suscripciones de relativo bajo precio. Ya pagamos por contenidos en línea Netflix, Spotify, Apple Music o similares, la barrera para el pago no es tan alta gracias a que estas empresas convirtieron una experiencia el consumo de contenido en algo agradable, eficiente, simple y sin muchas barreras de acceso.

Y ante este escenario la publicidad no es un tema menor con el avance, imparable, de los bloqueadores de publicidad que están imponiendo y obligando a poner nuevas reglas en los medios digitales y donde tal vez el objetivo de servir de soporte publicitario en el mundo de la economía de la atención y la tecnología, debería encolumnarse detrás de determinados parámetros que no siempre son impuestos con tanta facilidad. Sobre todo si los medios digitales además toleran la publicidad intrusiva o formatos que se interpongan en la experiencia del usuario. En el entorno digital los modelos cambian, evolucionan y vuelven a cambiar, sobre todo cuando vemos que fue el propio entorno publicitario el que empujó a los usuarios a instalar y a usar bloqueadores de publicidad.


Fuentes:

¿Adiós al papel?: los diarios ante el desafío digital, lanacion.com

Adiós al papel, enriquedans.com

El futuro modelo de negocio de la prensa, estudiodecomunicacion.com

La prensa digital en busca de modelos de negocio. Todo lo que el dinero puede comprar… sociedadinformacion.fundacion.telefonica.com

La prensa digital británica ve un futuro de pago, baquia.com

El pago por contenidos en la prensa digital avanza a pesar de la oposición de los usuarios, prnoticias.com

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