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13 de enero de 2010    Post #1116
Procesos múltiples

Nuevos medios, nuevos procesos. Aplicarle la lógica de la era industrial a la era del conocieminto en tiempo real es un pasaporte seguro a cualquier lugar, menos al de crear nuevas conexiones y relaciones, influencia y credibilidad de un medio. Este artículo fue publicado en varios sitios de internet en 2007. Esta es una reedición […]

Nuevos medios, nuevos procesos. Aplicarle la lógica de la era industrial a la era del conocieminto en tiempo real es un pasaporte seguro a cualquier lugar, menos al de crear nuevas conexiones y relaciones, influencia y credibilidad de un medio.


Este artículo fue publicado en varios sitios de internet en 2007. Esta es una reedición del artículo

La integración de los procesos periodísticos en las nuevas redacciones no puede dejar de lado que tenemos los denominados “prosumers” (productores /consumidores de contenido) que se abren paso entre las viejas categorías de audiencias y que estamos viendo una acelerada marcha de cambio de periodistas hacia productores de contenidos (periodistas multi temas y de periodistas mono medio a periodistas multi medios); donde el soporte deja de tener relevancia y lo que si importa es, en realidad nunca dejó de serlo, el contenido y su calidad.

Calidad entendida en como sabemos manejar la adecuada dosis de pertinencia (léase, que no de lo mismo publicarlo hoy que mañana), propiedad (léase, elaboración en base a una búsqueda y mirada personal) y proximidad (que afecta en forma directa a los ciudadanos) en la publicación o divulgación de la información (¿Dónde es más conveniente publicar esa información en una bitácora, en el periódico impreso, en la versión digital?)

Los nuevos procesos de desarrollo editorial no pueden perder de vista este nuevo escenario cambiante y de permanente fricción que generan las oportunidades que se abren a ambos lados del proceso comunicacional. No somos emisores pasivos, ni somos productores activos como única función. Estamos cambiando siempre de lado, aunque no queramos, aunque no nos demos cuenta. El rol de un diseñador editorial hoy en día mezcla la función de conjugar su experiencia en el manejo tipográfico, del color y de la arquitectura de la información con el rol de al menos entender los nuevos procesos comunicacionales desde una óptica periodística cambiante y volcar su capacidad prospectiva en el desarrollo de un producto con miras a ensamblarse en los nuevos procesos de generación de la información. En donde ambas puntas del proceso (emisor/receptor desde la óptica tradicional) están en capacidad de producir contenido en múltiples plataformas. La simplicidad en la elaboración de un diseño no es sólo un imperativo o recurso estético, es más que nada una necesidad funcional intrínseca. Máxime cuando debe ser soporte de un contenido multiplataforma.

Todos los procesos de cambios están conducidos, nos guste o no, por la tecnología y que hace madurar, con su dinámica disruptiva de innovación, a los mercados. Las instituciones que dan un marco referencial, no siempre apropiado o acorde con esa dinámica. Ahora bien, la tecnología no toma decisiones, lo hacen las personas. Las instituciones tampoco toman decisiones por sí mismas y los valores son producto de nuestro compromiso o responsabilidad con respetarlos y hacerlos trascender para que se traspasaen de generación en generación.

Al igual que en el Renacimiento, el hombre vuelve a estar en el centro del universo como eje del cambio de paradigma. En este contexto se produce un proceso de transferencia que las nuevas tecnologías de la información acortaron en forma dramática. La cada vez mayor difusión de determinado tipo de información diseña un nuevo mapa de poder: de un lado los que controlaban la información comienzan a transferirselo a los que controlan el conocimiento. La brecha digital es más profunda de lo que se piensa: sólo el 6% de la población mundial se conectó a Internet en el 2005 (Revista Fotune, octubre 2006). El acceso a la red de redes en la sociedad del conocimiento no es condición suficiente para que la brecha digital (que mañana será la brecha del conocimiento) sea eliminada; la educación para un mundo de conexión y de sobre información se hace estratégico, sobre todo en un contexto donde es más difícil seleccionar que acceder a fuentes de información que se multiplican por segundo y hacen que el conocimiento tenga una fecha de vencimiento.

Esta nueva geografía mediática y de proceso comunicacionales múltiples obliga también a adecuar sus estrategias comunicacionales a los anunciantes donde un mensaje requiere tener la posibilidad de poder publicarse en múltiples medios y que en muchos de ellos la intervención de los usuarios en los soportes digitales es el nudo central de los mismos y donde en muchos de ellos cualquier intervención de un anuncio puede ser interpretada como una intromisión inaceptable y por ende el impacto en el mensaje y la imagen de marca de ese anunciante puede llegar a ser superior al impacto que pudiera haber generado la campaña. Un click del mouse puede terminar con una inversión importante en un mensaje que naufraga en la intrascendencia y, como valor agregado, crispando a su público objetivo. Así como los ciudadanos están fiscalizando a los medios con su participación y su constante uso de la libertad que les dio las nuevas tecnologías de la información, también lo están haciendo, por añadidura, con las marcas y las empresas que se anuncian en los medios.


 

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