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24 de diciembre de 2014    Post #1085
Palabras

Escribir es caer en caída libre. Al menos para mí. Casi siempre no tengo la más mínima idea de que voy a escribir cuando estoy empezando a hacerlo, ni mucho menos en que terminará todo este rollo. Es un sentimiento casi dadaísta. Dejarse llevar por lo que la mente nos vaya susurrando y el cuerpo […]

Escribir es caer en caída libre. Al menos para mí. Casi siempre no tengo la más mínima idea de que voy a escribir cuando estoy empezando a hacerlo, ni mucho menos en que terminará todo este rollo. Es un sentimiento casi dadaísta. Dejarse llevar por lo que la mente nos vaya susurrando y el cuerpo se anime a recorrer. No tengo el más mínimo autocontrol cuando las palabras empiezan a tejer un texto y las imágenes que viven en ellas empiezan a fluir. Son un fuego hiel que arrasa dejando cenizas invisibles a su paso y en ese vértigo es imposible detenerse.

Y en este recorrido no hay búsqueda. No hay tesoro por conquistar. Todo es encuentro inesperado. Es una fiesta del descubrir tal vez algo o la nada misma. Y que no importe demasiado. Es urdir una emboscada letal a la centralidad de la función. Los niños no se preguntan por qué juegan. Sólo lo hacen. Escribir es volver a ser niño. No importan los por qué, ni los cuando, ni mucho menos el para quién. Ni el para qué. El placer no se explica. Se goza.

Escribir por escribir y ya. Sin miramientos. Ni vainas. Con o sin artilugios. Crear pasadizos siniestros. Abrir ventanas para mirar y ver. Descubrir que se puede ampliar la mirada. Que es urgente y hasta imprescindible hacerlo. Escribir sin más misterio que el de intentar callar al grillito del silencio. Y no lograrlo nunca. Escribir por jugar con las palabras. Esos abdominales del cerebro que no puede ir nunca al gimnasio.

Las palabras nos empujan a ser nómades del sin sentido sin importar el sentido. Laberintos. Trampas. Huidas. Encuentros. Muertes. Alegrías. Todo puede acontecer en una oración. O en el próximo segundo que ya vive en el pasado. O en aquel beso vaporoso y opaco dado al aire en una despedida. Las palabras son la herejía de un mundo visual. Conectan. Subvierten. Atrapan. Liberan. Bifurcan. Unen. Separan. Enamoran. Todo al mismo tiempo y sin medida.

Sin palabras me has dejado y sin palabras te dejaré y ese; ese será el peor de los castigos para los dos. No podremos decir ni mu, ni te odio. Nada. Mudos de palabra y con el habla intacta así que niño, deja ya de joder con que si el texto es largo o corto. Deja ya. Si lo que vale es lo que se cuenta. La aventura del decir tal vez no se emparde nunca con el recorrido si al final todo se puede sintetizar. Y que no es lo mismo a simplificar aunque parezcan lo mismo. ¿Y qué sentido tiene todo esto? Pues te avise al principio. Escribir es caer en caída libre y tal vez no llegar a ningún sitio.


 

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