El humor puede ser una forma de resistencia. Un aviso de la empresa IKEA en Singapur le toma el pelo a Apple, y con gran altura, y de paso también a los paradigmas de la era digital para presentar su catálogo impreso. Cuando sea grande, voy a crear ese aviso.
Las mejores ideas se venden solas. No hay que explicarlas demasiado. El humor o la emoción si son inteligentes, no tienen barreras. Palabras de un Director de arte que me llegan desde un pasado remoto de Creativo Junior en una agencia de publicidad cuando empezaba esta aventura en esto de la comunicación. Poco sirve aferrarse a dogmas o supersticiones estereotipadas de dudoso linaje, aunque creo que algo de verdadero hay en aquellas palabras iniciáticas. Haciendo honor a ellas no agregaré ni una más, es sólo mirar el vídeo.
Bueno, y ahora el reloj es la nueva estrella de la era digital. Me disculpará usted o no pero para mí, es lo más parecido a un grillete de presidiario. Liso y llano. Y en tren de preferencias, los que son de ajugas y que no estén conectados a absolutamente nada, son los que más me gustan y desde antes de esta resinginificación de esa máquina infernal. Por que mire, eso de llevar en la muñeca un dispositivo que le recuerde lo que tiene que hacer o que lo llamo tal o cual y no se que más controles, como si ya no fuera suficiente tormento el paso estar atados al tiempo y el golpeteo mecánico de las ajugas, más la propia responsabilidad con lo que uno se agendó que además va uno a calzarse en la muñeca una especie de enano cibernético que tiene más pinta de pequeño dictador de los segundos restantes que de reloj. Le agradezco el regalito, pero paso. De paso le regalo este breve texto de Julio Cortazar que una vez publiqué en la entrada No fue hoy, fue hace tiempo en esta bitácora unos meses atrás y cuando esta moda presidiaria recién comenzaba en formato boceto o posibilidad.
«Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj».