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4 de agosto de 2016    Post #836
El valor mata la irrelevancia

Repensar lo pensado. Cambiar la mirada y ver la experiencia más allá del proceso de diseño en base a la necesidad. Definir dónde está el valor. Evitar lo irrelevante en el hartazgo de la hiperconexión digital. Nada es fácil. De un tiempo a esta parte hemos oído, leído, dicho y escrito sobre la experiencia del […]

Repensar lo pensado. Cambiar la mirada y ver la experiencia más allá del proceso de diseño en base a la necesidad. Definir dónde está el valor. Evitar lo irrelevante en el hartazgo de la hiperconexión digital. Nada es fácil.


De un tiempo a esta parte hemos oído, leído, dicho y escrito sobre la experiencia del usuario, la experiencia de marca, la experiencia de  …. y hemos decorado esa idea -la de la experiencia- con un montón de adornitos. Si dejamos esos adornos a un lado nos encontramos con una idea central, para nada nueva, y que no por esto deja de tener una potencia atómica importante. La vociferada experiencia de -lo que sea- es ni más ni menos pensar, en este caso al diseño, desde las personas y no sólo desde los soportes o los dispositivos. Parece obvio y hasta podemos decir, siempre -o casi siempre – fue así. Tal vez lo sea aunque por las evidencias que tenemos, algo se nos extravió o cambió de eje o nos saturó la vista o vaya uno a saber qué pasó.

Lo concreto: diseñar para las personas es enfocarse en las necesidades de quienes van a usar o interactuar con el producto y desde allí sí crear una experiencia que cuanto más envuelva los sentidos y tenga cierta emoción; mucho mejor. «Lo que compras no es lectura o cine, sino experiencias. Y el soporte es parte irreemplazable de esa experiencia. Por eso sobreviven las salas de cine y los discos y algunos periódicos y revistas y los libros, porque son más que su contenido: son expresión material de afecto y afinidad». Nadie ha dicho fácil. Y no son mis palabras pero las suscribo como propias. Son las de Andrew Keen, director del Salón de Innovación de Silicon Valley, y que dejó en un artículo de La Vanguardia un sin fin de definiciones tajantes. Diáfanas.

Invertir el ángulo de la mirada es diseñar la experiencia. Es crear valor (de verdad) concreto y tangible para que en el interminable mundo de la red de redes no se navegue entre la intrascendencia y la prescindencia. «Sólo lo irrelevante y banal fluirá gratis por la red como mera basura digital». Más claras que el agua clara, son otra vez, las palabras de Andrew Keen. Sobre todo para poner el foco que en la era digital no todo es color de rosa y no todo es disruptivo desde el lado de los usuarios. Si el imperativo es la viralidad y sólo y a cualquier costo la rentabilidad económica, estamos fritos Angelito. Ahora bien, muy bonito, pero cómo se baila este tango, decía mi abuelo. Veamos algunas bifurcaciones posibles:

  1. Desarrollar proyectos digitales sin una estrategia que busque agregar valor a futuro es quemar dinero.
  2. Desarrollarlos pensando que todo se basa en sólo un buen algoritmo, es empezar a diseñar una casa por el techo.
  3. Podemos preguntarnos: ¿Es el soporte digital la única experiencia que están necesitando nuestras audiencias?.

Y podemos seguir con varias ideas más. Pero no deben ser muchas. Es bueno ser innovador hasta en los errores nuevos que cometemos y no repetir los de siempre y así, tal vez, evitemos otra vez confundirnos y crear más hartazgo digital y eludamos convertirnos en irrelevantes y por ende sin valor.

Fuentes: lavanguardia.com


 

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