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25 de febrero de 2016    Post #345
Economía de la atención

O de la desatención. O de la interrupción inducida. O de prestar atención a lo importante. Lo urgente casi siempre puede esperar. Volver a las tertulias y ejercer la curiosidad. «Juega con tu hijo. Sólo tendrá 2 años una sola vez en la vida». No se muy bien como llegó a mi baúl cultural esta […]

O de la desatención. O de la interrupción inducida. O de prestar atención a lo importante. Lo urgente casi siempre puede esperar. Volver a las tertulias y ejercer la curiosidad.


«Juega con tu hijo. Sólo tendrá 2 años una sola vez en la vida». No se muy bien como llegó a mi baúl cultural esta frase pero debe haberme impactado por que tampoco recuerdo desde cuando y por qué se instaló en mi y aquí sigue, tenaz, recordándome lo importante sobre lo urgente. En la hiperconexión se nos sobreponen capas de información que no siempre nos agregan valor. Que un twit, que una entrada que nos llega por algún Feed o un título interesante vía algún newsletter gratuito o el repaso de los títulos de los sitios de noticias en la web, blogs y demás especies, ampliar la agenda de contactos en Linkedin o ni que hablar de abrir el Facebook sin saber para que pero ahí estamos. Mirando y presumiendo de correcciones políticas y otras hierbas.

No se trata de proponer volver el tiempo atrás. No se trata de nostalgia. No hace bien. Sobre todo cuando en realidad se tuvo que aprender cosas en medio de una tempestad a la que no se quiere volver, después de todo lo mejor esta siempre por venir si uno sabe aprovecharlo. Pero en el fondo la ilusión de la conectividad líquida y de la infinita conexión de bits tal vez no sea más que una parte real de la virtualidad. De una simulación algo extraña de la conexión concreta. Esa que de alguna manera se nos extravió. Y tal vez, si se pierde esa geografía de relaciones, es allí donde la comunicación se vuelve previsible y su bioritmo no se vuelve vital. Nutritivo. Se industrializa para mejorar rendimientos pero no la información. O al menos esa es la geografía si repasamos, a fondo, las noticias del día. Sin tertulias no hay historias. Sin curiosidad no se encuentran tesoros.

Algo tan simple se nos volvió complejo. Los niños juegan sin preguntarse demasiado el por qué. Juegan y no hay mucho más en su lúdica lógica diaria. Al igual que la imagen de aquí abajo que se hace viral y que nadie sabe si es real o no (¿importa?), pero su carga informativa y emocional tiene la magnitud de una manada de mamuts en estampida y nos deja como tontos ante la simpleza de su mensaje y como si el teléfono móvil muriese de un infarto si no dejamos de revisarlo luego de revisarlo segundos después de revisarlo.

Creo que sería bueno que por un par de horas al día y en forma intencional nos olvidáramos el teléfono en algún lugar o proponer que se creen zonas libres de teléfonos móviles. Después de todo la economía de la atención nos demanda prestarle atención a lo importante y no sólo a lo urgente. La economía de la atención nos exige confiar y se sabe que uno confía cuando le vemos la cara a las personas (aunque vamos, que así nos han estafado también y hasta dando nuestro voto) y sobre todo cuando hay una marca. Así somos. Al fin y al cabo la economía de la atención la hacen las personas y no los teléfonos móviles. Ni mucho menos las redes sociales. Ambos, teléfonos y redes, son lo que hacemos con ellos.

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Fuente: El letrero que pide a los padres más atención a sus hijos que a sus teléfonos, elpais.com


 

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