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2 de enero de 2010    Post #693
Cansados pero vivos

Nuevo escenario comunicacional donde las redes sociales se imponen y amplían las posibilidades de distribución de contenidos y de participación. Las bitácoras y su maduración en una nueva etapa. Más apática pero con mayor riqueza y calidad. Hacia tiempo que lo que dice Francis Pisani me deja pensando. Pisani es uno de los más destacados […]

Nuevo escenario comunicacional donde las redes sociales se imponen y amplían las posibilidades de distribución de contenidos y de participación. Las bitácoras y su maduración en una nueva etapa. Más apática pero con mayor riqueza y calidad.


Hacia tiempo que lo que dice Francis Pisani me deja pensando. Pisani es uno de los más destacados profesionales que se dieron a la tarea de pensar esto que denominamos la blogósfera y las redes de redes. Empece a leer éste artículo en una larga espera en el aeropuerto venezolano de Maiquetía ayer en la tarde y termine de procesarlo hoy en la noche en Buenos Aires.

El estado de la blogósfera, desde que irrumpió como un fenómeno comunicacional revolucionario e imparable, es objeto de evaluación y estudio. La aparición de las bitácoras transformándose en una gran ventana por la que millones de personas se asomaron y se pusieron a publicar y producir todo tipo de contenidos, hizo que se cambiará, para siempre, la historia de la comunicación. La multiplicación de las herramientas de edición en línea y la actual masificación de la redes sociales son parte de un mismo Tsunami comunicacional cuyas repercusiones seguirán multiplicando y cambiando el periodismo y la forma de hacerlo. La relación con el oleaje de un Tsunami no es menor: este fenómeno natural no es sólo una gran ola que pasa y se va. Sino una cadena de olas una detrás de la otra.  En este contexto el fenómeno de las bitácoras como tal pasó, pero fue la base para dar paso a las redes sociales de todo tipo. Con seguridad la impronta que dejaron las bitácoras o blogs y lo profundo de esa huella, difícil que pueda ser borrada de ahora en más.

En las bitácoras el lector es una ficción. Se escribe para uno y por que se necesita decir algo, más allá de quién lo lea.

La masifcación de las herramientas y de las posibilidades de expresión y publicación en línea por un lado amplían las formas en que podemos participar en una conversación global. Por otro lado y de alguna manera al mismo tiempo limita la posibilidad de seguir tantas conversaciones. Dilata las posibilidades de publicación, no por acceso, sino por saturación ante tanta diversidad de herramientas. Tal vez llegó el tiempo de la maduración en el uso de estas herramientas y una selección de aquellas que nos permitan de alguna manera congregar nuestra producción diluida en esa diversidad de posibilidades pero al mismo tiempo distribuirlas con mayor eficacia hacia esa misma diversidad. Nuestra identidad digital pública y esparcida en las redes nos sobre expone a una multiplicidad de nano audiencias y nos convierte, de alguna manera, en omnipresentes digitales continuos. En la sociedad del exceso y la abundancia, se empieza con una bitácora y cada día hay una nueva herramienta más para agregar y es difícil saber donde uno empieza, ya no sólo a navegar, sino a publicar. El templo en donde nos congregamos ya no es sólo la iglesia o la televisión, sino que ahroa es la red y sus redes. Pero esa abundancia y exceso nos lleva también a la redundancia y al más de lo mismo constante. En algunos casos una especie de espejos enfrentados que multiplica la misma imagen sin que se agregue nada de valor en ese proceso comunicacional.

Nuestra identidad digital pública y esparcida en las redes nos sobre expone a una multiplicidad de nano audiencias y nos convierte, de alguna manera, en omnipresentes digitales continuos.

Pisani describe varios aspectos de la crisis de las bitácoras y nombra ejemplos relevantes del porqué el agotamiento de sus autores (por diversas razones) lleva al agotamiento de la publicación. Las bitácoras son expresiones personales, es nuestra forma de ver el mundo y entenderlo, no importa si publicamos un tratado de sociología o que es lo que hicimos a la mañana. La calidad de una bitácora está relacionada con la honestidad intelectual de su autor y de allí su credibilidad y su influencia entre sus seguidores. No importa el número que estos sean.

Y por ende esa experiencia personal de millones de personas que se pusieron a publicar se convirtió en vital para el desarrollo de la comunicación. Y como experiencia personal, siempre se impone la visión subjetiva de los temas a tratar y la conversación sigue siendo mediatizada no sólo por la herramienta sino por el autor y al mismo tiempo pasa con el resto de las herramientas de participación. En las bitácoras el lector es una ficción. Se escribe para uno y porqué se necesita decir algo, más allá de quién lo lea. Me perdonarán quienes hayan llegado hasta aquí, pero nunca he pensado en quién me lee. Sino todo lo contrario. He publicado lo que a mí me gustaría leer si yo fuera un lector de mi bitácora.

Tal vez en esa negación absoluta del lector y en el acto de voluntad que es el acto de escribir y publicar en una bitácora es lo que me lleva a pensar que las bitácoras tendrán una larga vida, por más que su influencia merme y se aproximen al fagocitamiento que provoca la apatía del momento o el hastío que muchas veces sufren las bitácoras por su masificación y porque los medios tradicionales. También y aunque lo niegen o no lo asuman a viva voz, muchas veces toman temas de las bitácoras restándoles legitimidad. Mientras alguien tenga “bitacoritis” en el estómago, habrá bitácoras y seguirán abiertas las ventanas para que la información fluya sin que ningún poder fáctico o autocrático pueda detenerla.


 

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