A veces las cosas cambian y dejan un significado cuya profundidad se percibe años, décadas, después. Las últimas elecciones en los Estados Unidos insinúa algo de esto. De alguna manera se votó contra una parte del establishment de Washington, también contra los medios globales y las grandes cadenas publicitarias de ese país y también, de alguna manera, contra los dueños de las empresas de Silicon Valley que construyen nuevos paradigmas del orden mundial digital. Todos de espaldas o bien lejos a todo aquello que está pasando en el oeste central de los EE.UU. y por ende divorciados de los problemas reales y concretos de los ciudadanos de a pie. No es que Trump represente valores democráticos, altruistas y ciudadanos, es que los del otro lado bienpensante no les hicieron caso a los ciudadanos y subestimaron el descontento de la las clases medias de la Norteamérica profunda. Las marcas también deberían aprender la lección de que la cada vez más profunda brecha digital, la intolerancia al disenso y la separación entre realidad y reflejo mediático, cuando se expresan como reacción política, lo hacen cada vez más en forma virulenta, New Balance lo vivió en carne propia.
En el ocaso del siglo pasado las nuevas tecnologías digitales hicieron estallar por los aires cualquier monopolio informativo, pero esto no se había visto en forma tan concreta como ocurrió entre el 8 y 9 de noviembre de 2016 cuando el sesgo informativo previo no pudo cambiar la historia que intentó caracterizar al votante de Trump desde una posición de simplificación estigmatizante tan repudiable como las palabras xenófobas del candidato republicano. La realidad es siempre mucho más rugosa, diversa y compleja: «Soy una mujer blanca, con estudios universitarios y más cercana en edad a Hillary que a Chelsea Clinton. Soy madre, una chica católica de Jersey, que creció en un hogar amigo de los sindicatos. Y voté por Donald Trump».
Y mientras tanto …
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Dos buenas portadas
El blanco y negro le transfiere otro dramatismo a la expresión y al paso del tiempo. Todo parece estar en su lugar. Un buen maridaje color, tipografía y estructura, casi igual a un buen vino.
¿Hay que explicar algo más? La portada de Adbuster del próximo diciembre de 2016, resume el sentimiento de al menos de una gran parte de los jóvenes americanos con el momento po´litico e institucional del país.
Para reflexionar
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