Con cada muerte la leyenda se agranda. David Bowie no es la excepción a la regla. Aunque las portadas de sus discos, contrastan con las de sus semblanzas mediáticas.
La muerte del Duque Blanco del Rock, David Bowie, nos eclipsó un detalle. Las portadas de los diarios y revistas que le dedicaron el más que merecido tributo por sus aportes a la música universal, son inversamente proporcionales de buenas que lo malas que son las portadas de algunos sus discos. Bueno, varias son de verdad olvidables por más que como todo arte esta signado y surcado por la estética de su época y hasta pueda ser reflejo de los vientos creativos que soplaban en esos días, si revisamos las portadas (cubiertas, tapas, en mi barrio le decimos tapas) de discos de otros artistas contemporáneos a él, en ese contraste, el Duque blanco queda en desventaja. Tal vez el glamoroso personaje Bowie suplía con actitud, histrionismo y creatividad esa carencia gráfica que por supuesto no le restaba ni un sólo gramo a su música y ahí su arte y oficio ganaba / ganó, en la eterna batalla entre el contenido o el empaque.
Aquél personaje mutante de estética indescifrable e impredecible, cínico y traidor que encarnaba David Robert Jones podría carecer de lo que cada crítico de su obra se le antojo señalar, pero nunca le faltó estética, originalidad y osadía. En la gráfica de algunos de sus discos me resulta llamativa la falta de esa misma búsqueda. En esta selección / exclusión destaco algunas que me desmienten. Y hacen muy bien.
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