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14 de septiembre de 2015    Post #682
El valor de la desconexión

Las ediciones de fin de semana cada vez más valorizadas. Dualidad de la desconexión y la conexión. El papel impreso y la intimidad del lector. La campaña del diario The Guardian y del dominical The Observer, Own the weekend  y la vida cotidiana de los lectores. Conexión, desconexión. Frecuencia del biorritmo actual. Pendularidad entre los […]

Las ediciones de fin de semana cada vez más valorizadas. Dualidad de la desconexión y la conexión. El papel impreso y la intimidad del lector. La campaña del diario The Guardian y del dominical The Observer, Own the weekend  y la vida cotidiana de los lectores.


Conexión, desconexión. Frecuencia del biorritmo actual. Pendularidad entre los átomos y los bits. Entre el papel y lo digital. Y desde el revoltijo que provocó la masificación de la red de redes, los medios impresos comenzaron a estar cada vez más arrinconados contra la pared que se levantó entre el presente y el futuro. Devenir que gracias a una marca y su valoración de credibilidad y confiabilidad por parte de las audiencias, podría amortiguar la incertidumbre que provoca el cambio permanente y radical de reglas de juego. Y en este juego de posibilidades a futuro, la marca es una promesa para calmar la sed y necesidad de información cuando y dónde queramos.

La lectura en papel tiene un placentero misterio casi incomprensible para estos días predeterminados por la vida digitalizada y moldeada al ritmo de la conexión eterna. Ese misterio no es una superstición insondable (o a costa de serlo y en este caso poco importa) sino que, por el contrario, tiene esa hermosa sensación de encontrarnos con nuestra maravillosa y vaporosa voz interna que nos susurra ideas. Ese anonimato compartido entre dos, en este caso el diario impreso y nosotros, es un lujo inmenso que nos regala la desconexión de la vida digital. La simplificación y abundancia extrema que propone lo digital, ha sido a costa de un altísimo costo individual (y por ende colectivo) gracias a la pérdida de nuestra intimidad y la transformación de nuestra vida privada en líquida, pública y diluida en la red de redes. Un costo demasiado alto y sin la más mínima resistencia. Aún con las nuevas narrativas digitales y con todo aquello que en forma prospectiva trajo de avance y mejora la era digital, no emparda en el intercambio con la pérdida de la intimidad.

El fin de semana parece estar convirtiéndose en esa aventura u oportunidad de volver a las fuentes de la cada vez más necesaria desconexión y la de encontrar o alimentar la ilusión de ser invisible. De evaporarse en la ciudad o en nuestra propia casa. De mirar hacia adentro y de conectar con otras cosas si se quiere más importantes. Las importantes. La campaña del diario The Guardian y del dominical The Observer, Own the weekend, iniciada el año pasado y que se extiende hasta hoy, tal vez sin proponérselo cuente algo de todo esto, aunque es destacable la osadía de presentar un aviso de un producto colmado de palabras como un diario impreso, sin decir una sola palabra.

 


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