En los procesos de diseño o rediseño editorial (no importa el soporte que sea) a veces se pierde de vista dónde está el foco real y concreto en ese proceso. Diseño y contenido son convergentes y divergentes al mismo tiempo.
Cuando hablamos de diseño para medios de comunicación (no importa el soporte) las definiciones tradicionales aportan conceptos que se suman a los de otras profesiones o disciplinas. Si no hay proyección en el desarrollo de un diseño, no hay nada. Proyección en este sentido: otro, que está fuera físicamente del proceso de diseño, es el que tiene que entender, usar, comprender, asimilar, gustar, compartir, probar. En concreto: diseñar para las personas, no para los soportes o los dispositivos.
En este proceso empático, que a veces es poco simpático, de diseñar para las personas, debe quedar claro (y en concreto en el diseño editorial) que la capacidad de proyección hacia un producto mínimo viable y la combinación de recursos humanos y tecnológicos que lo hagan posible, es una responsabilidad de los diseñadores. Y que para lograr esta proyección tal vez se produzca una paradoja: el proceso de pensar el diseño para las personas involucra a mercadeo, tecnología, diseño y contenidos; es decir una complejidad de conceptos que al mismo tiempo son divergentes y convergentes. Esta complejidad interna debe desembocar en una simplicidad externa para el lector/usuario/audiencia en su uso o en su lectura. Vaya paradoja empática: complejidad interna, simplicidad externa. Y así debe o debería ocurrir ya que cada vez más las audiencias son parte del contenido donde el límite entre lo local y lo global se redefine por otros ejes de afinidad e intereses.
De alguna manera el contenido y el diseño en el desarrollo editorial impreso o digital, enfocado en las audiencias, es decir en las personas, son cuerpo y alma. Indivisibles. Signo y significante. Por más que primero se vea y luego se lea, son indivisibles. La propia lógica del cambio constante provocado por la disrupción tecnológica que ocurre sin pedir ni permiso ni perdón, es el contexto informativo en el cual nos movemos. Hay múltiples formas de conocer una noticia, múltiples fuentes documentales que permiten ampliar la profundidad de la información, múltiples posibilidades de interactuar con la información y participar en el proceso comunicativo.
En esa paradoja empática en realidad el objetivo es intentar y lograr captar un deseo común entre las necesidades de los usuarios/lectores (personas) que muchas veces pone al equipo de rediseño o de diseño en la tarea de asumir que, al menos en forma intuitiva o inconsciente, se está desarrollando una instancia de innovación tal vez nacida más próxima a la convicción del consumo/uso y no tanto en que la idea en sí misma tendrá éxito. Esta paradoja empática enfocada en el diseño para las personas, es un proceso cuyos engranajes creativos deben estar dispuestos a asumir que toda idea es modificable hasta que se logre el objetivo de alcanzar la solución buscada y que si no se asume el punto anterior, hay un alto riesgo de que el proceso de desarrollo termine siendo más de lo mismo. No debería ocurrir nunca que después de tanto caminar, no se llegue a ningún lado.
Todos los procesos en los que están involucradas personas no son perfectos, pero si pueden tener cierta eficiencia en lograr los objetivos que se establezcan y esto implica un alto grado de compromiso con las ideas que se quieran desarrollar; en todo momento se necesitará de una bitácora que ubique en que punto del proceso se está, que se cumplió, que falta o que no se ha logrado. ¿Alguién ha dicho fácil?